Un desierto lleno de energía.
¡Hola biopersonitas!
¿Qué tal habéis empezado la semana? Espero que bien.
Hoy no traigo muy buenas noticias, y es que todos tenemos un gran problema:
se nos acaban el carbón, el petróleo y el gas natural. Todas ellas son energías
no renovables, que aparte de estar a punto de agotar sus existencias, son muy
contaminantes, y producen gases de efecto invernadero con su quema. Desgraciadamente,
se estima que proporcionan el 90% de la energía comercial mundial. Muchos de
los que tienen visión de futuro (y no hace falta que sea a largo plazo) apuestan
por las energías renovables: solar, eólica, mareomotriz, biomasa….
Una de las miles de formas que hay de aprovechar esta energía, es la que
nos ha brindado el periódico “El País” (haz clic en este enlace si quieres
ver la noticia completa). El artículo cuenta que el desierto del Sahara (el
tercero más grande) recibe una media de más de 22.000 millones de gigavatios
hora (GwH) al año en energía solar. Esto significa que si todo el
desierto estuviera cubierto por placas solares produciría 2000 veces más
energía que cualquiera de las centrales más grandes del mundo, y más de 7 veces
las necesidades de electricidad de Europa, con casi ninguna emisión de CO2. Por
no hablar de la proximidad a la que se encuentra del continente europeo (por el
estrecho de Gibraltar 14,4 km) y lo fácil que sería transportar esa energía.
Muchos científicos han trabajado sobre esta ecológica alternativa, y ya hay
proyectos que la hacen real, pero a pequeña escala. Hay algunos inconvenientes,
por ejemplo que la instalación de estas técnicas es costosa (aunque muy
rentable), que se necesitan determinadas cantidades de agua para mantener dicha
tecnología y que las tormentas de arena podrían complicar mucho el proceso.
Sin embargo, una pequeña parte del Sáhara podría producir tanta energía
como la que produce actualmente todo el continente africano. A medida que la
tecnología solar vaya mejorando, la producción será más barata y eficiente. Este
desierto puede ser letal para la mayoría de plantas y animales pero podría
mantener vivo a todo el norte de África y más allá.
Raquel Gómez Serna
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